17.10.06

EL RINOCERONTE DE DURERO


Según se cuenta en un panel de la Torre de Belén (Lisboa), en el año 1513 se transportó un rinoceronte de la India (Rhinoceros unicornis) desde dicho país, en barco, hasta la capital portuguesa. Dicho animal era un regalo del Sultán Muzafar II, de Gujarat.

Como era una bestia altamente exótica en la época (de hecho, aún hoy lo es), el rey Manuel I quería ofrecerlo al papa León X en una embajada capitaneada por el célebre navegante luso Tristan da Cunha, en el año 1514. El motivo de este regalo, difícil de entender de otro modo, era que dicho papa tení­a un zoológico, en el que intentaba tener una representación de la fauna de todo el mundo, lo cual debía ser especialmente difícil y curioso en una epoca en la que Europa se abría al mundo e iba adentrándose en el conocimiento de unos nuevos medios naturales que hasta ese momento le eran desconocidos.

El problema es que, según parece, en el momento justo del desembarco del pesado animal, la nave que lo transportaba naufragó, desgraciadamente. Tras grandes trabajos, el rinoceronte, muerto, fue recuperado y disecado, dada la expectación que el mismo había provocado en toda la ciudad de Lisboa y en toda Europa, la cual iba de sorpresa en sorpresa ante los nuevos descubrimientos que iban llegando a esta esquina del llamado viejo mundo de la mano de los diferentes navegantes y viajeros portugueses, españoles o italianos, ya fueran hacia el este, hacia el oeste o hacia el sur.

Una buena descripción del rinoceronte ahogado (o un dibujo del mismo) sirvió de base a una famosa xilografía que se conserva en la actualidad en el Museo Británico (Londres, Reino Unido), realizada a partir de una plancha diseñada en el año 1515 por el célebre pintor alemán Alberto Durero, que si bien parece que nunca llegó a contemplar al animal directamente, si debió ver (obviamente) alguna representación del mismo.

¿Y porqué este rinoceronte ha sido elegido como sí­mbolo de esta reunión?

Aunque esta elección no deja de ser un juego motivado por la seducción que desde siempre ha provocado en alguno de los organizadores la figura inmortalizada por el pintor y grabador alemán -y por la curiosa historia del animal en la que se basa-, en el fondo la hemos elegido porque, al igual que la ciencia, la figura que se representa (además de la fascinación que ejerce desde hace cinco siglos) parece tremedamente poderosa, pero lo cierto es que está al borde de la extición si no tomamos entre todos las medidas adecuadas. De hecho este animal en concreto se ahogó por culpa de la torpeza humana y acabó momificado en el fondo de quien sabe que Museo.

Como se observa, sólo tenía un cuerno (la razón) para defenderse de sus problemas -y no dos como la mayoría de los mamí­feros, que emplean uno u otro según la circunstancia- (de hecho, el nombre científico del de la India así lo recoge, tal vez relacionándolo con el mito fantástico del unicornio).

Por ello sólo puede atacar de frente. De hecho, los rinocerontes africanos tienen dos, pero el segundo, algo más retrasado y pequeño, sólo sirve si funciona el primero.

Pero ese cuerno resulta de lo más temible cuando va a la carrera con el peso de todas las experiencias acumuladas por la humanidad a lo largo de muchísimo tiempo.

También puede ser terrible si avanza a ciegas, de forma acrítica, pisoteando todo lo que encuentre.

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